Por Sergio Acevedo
El auge y la simpatía que esta despertando en una parte importante del pueblo dominicano, la candidatura del nieto de Trujillo, es una manifestación dolorosa y fehaciente del fracaso de los partidos políticos del sistema y del liderazgo nacional que, sin lugar a duda, es cómplice de las deprecaciones y del modelo de impunidad en que se sostiene el ordenamiento social, político y económico en la República Dominicana.
No existe ningún nivel de diferenciación entre los políticos dominicanos, por los menos, los que están asidos al engranaje de cooptación que impera en el país desde la ascensión del PLD al poder desde el cual se organizó el modelo vigente de gobierno, cuyas características esenciales se fundamentan en la corrupción en las más amplias proporciones y la impunidad, de manera que todo el ordenamiento jurídico social esta diseñado para impedir consecuencias de las acciones dolosas del equipo mandante.
Lo primero que se hizo fue comprar los partidos, específicamente, sus cúpulas, las cuales se mantienen impertérritas dirigiendo a las entidades políticas en contra de sus miembros con el único propósito de servir al poder vigente y aprovechándose de todas las canonjías que reciben a manos llenas para legitimar lo que en México, se llamo la dictadura perfecta.
En ese comercio sórdido hay partidos de grandes tradiciones democrática que han perdido sus propias identidades y se presentan ante el electorado como verdaderos alfeñiques, débiles, enclenques y sin perspectivas de modificar ese cuadro sombrío en que se encuentran, debido a que los partidos han sido secuestrados por una cúpula agorera que se mantiene gracias al subsidio estatal que reciben, no para organizar y educar a su gente en la tarea de construir una verdadera democracia que facilite la participación y la competencia en igualdad, sino para reiterarse en los puestos mediante la compra de todo el que se quiera vender y de ese modo legitimar el negocio.
Desde luego que mientras ese sistema no sea radicalmente cambiado no habrá espacio en el país para aspirar a ningún cargo público, incluso dentro de los propios partidos, si no se cuenta con los auspicios y la gracia de los que mandan.
Pero no todo esta perdido, hay un resquicio de esperanza en los esfuerzos que hace el PRM en su proyecto de modernización y apertura, lo que fue limpiamente demostrado en su recién pasada convención para elegir de manera democrática a sus autoridades.
En ese mismo orden esta el PRSC con su actual líder a la cabeza, Quique Antún, quien esta desarrollando titánicos esfuerzos por encausar a la agrupación por un camino de oposición que le facilite captar en favor de la entidad todo el caudal de descontentos que genera la repulsa que el país tiene contra el poder y la manera de conducir los asuntos de Estado. Pero este tema será objeto de otro análisis.